Cuando quieres huir necesitas entrar dentro de algún lugar donde te sientas seguro. Ese lugar puede ser una casa, una playa o alojarte entre dos cálidos brazos.
El albergue puede transmitirte toda la paz que necesitas, puede reiniciar tu estado de ánimo, pero también puede destruirte: puede sobrepasar a tu nivel de soledad y hacerte sentir aislado, solo. Te gusta el albergue pero que nunca sea una necesidad.
La historia se hace vida allí. La vida se hace tuya allí.
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